miércoles, 14 de julio de 2010

El Botijo

Estamos ante un antiquísimo sistema de refrigeración del agua totalmente sostenible, bioclimático y energéticamente eficiente.
Los primeros botijos conocidos se remontan a la antigua mesopotamia. Fueron muy utilizados en la edad del bronce y en la cultura griega. Su uso comienza a ser minoritario cuando, en la segunda mitad del siglo XX se generalizan los frigoríficos eléctricos.

Un botijo es una vasija de barro poroso que se usa para refrescar el agua. Esto es lo que dice la Real Academia. Pero un botijo es más que eso: es la alegría del caminante sediento, la pausa en el trabajo, la conversación que fluye cuando la lengua se humedece. Los albañiles y los obreros que trabajan en la vía pública han usado siempre y siguen usando el botijo. Durante siglos, los madrileños se lo llevaban a todas partes. Incluso cuando se iban de vacaciones. Es conocida la imagen del tren de la línea Madrid-Alicante, lleno de veraneantes, con decenas de botijos colgados de las ventanillas. Por eso le llamaban “el tren botijo”.

Y ahora vamos a examinar con detenimiento este prodigio de la técnica primitiva.

Agarremos el botijo. Vemos que tiene una base redonda y un vientre abultado que culmina en un asa. A un lado del asidero se encuentra la boca, por la que se llena de agua, y al lado opuesto se halla el pitorro, por el que se desliza el chorrito de agua cuando bebemos.

¿Cómo se refresca el agua en el interior del botijo? Pues según un mecanismo científico que se llama refigeración por evaporación.

El botijo está hecho de una cerámica muy porosa. El agua del interior se filtra por los poros de la arcilla y en contacto con el ambiente seco exterior (propio del clima mediterráneo) se evapora por esos minúsculos orificios. Pero para pasar al estado gaseoso el agua necesita energía (calor) y puede tomarla del ambiente, pero también del líquido que queda en el interior, bajando así su temperatura.

Este efecto podemos notarlo en diferentes situaciones: cuando se riegan las calles en verano para refrescar el ambiente, cuando nos ponemos un paño mojado sobre la frente para disminuir la fiebre o cuando sudamos y al evaporarse el sudor refrigeramos nuestro cuerpo. Un sistema parecido al del botijo es el de las cantimploras metálicas forradas de fieltro: Al llenarlas, se moja el fieltro y al irse evaporando el agua se va refrescando lligeramente la cantimplora. Como ya sabemos el agua es un ávido consumidor de calor, por eso es agente refrigerante muy efectivo.

Se aconseja “curar” los botijos al estrenarlos, dejándolos unas horas con agua y un chorro de anís.

El botijo necesita lugares secos y ventilados. Una situación idónea es colocarlo a la sombra, al aire libre, en un lugar seco y cálido, pero también puede estar al sol. Ah, y si lo va a utilizar en casa y tiene suelos de madera, póngale un plato debajo, porque el botijo rezuma, ya que no deja de evaporar el agua.En condiciones favorables, en el interior de un botijo se puede conseguir una disminución de temperatura de unos 10 a 15ºC.

Si te ha interesado el tema, puedes visitar las páginas de RAM, Mec.es, La Botijopedia, El Museo del Botijo o este otro artículo.


Foto: Carlos osorio

8 comentarios:

Ángel de Olavide dijo...

Excelente reportaje botijero. Muy bien explicado el fenómeno físico de la refrigeración por evaporación que se aplica incluso al misterioso frescor de las sandias abiertas por la mitad.

Una anécdota sobre botijos. Cuando aparecieron por los pueblos del sur las primeras neveras y como a la gente les costaba renunciar a sus viejos y curados botijos inventaron los alfareros un nuevo formato de botijo extremadamente aplanado para poder introducirlo en el aparato. El resultado no era muy eficiente como resulta comprensible a la vista del mismo fenómeno.
Puede que la tecnología del botijo tenga un mejor futuro si el mundo cae en una crisis energética grave. Escribiendo sobre el tema transmites a las nuevas generaciones un conocimiento que ahora puede resultar esotérico pero quien sabe?

Un abrazo

Carlos Osorio. dijo...

Hola, Angel. El botijo, aparte de ser histórico, entrañable y bello, es como tú apuntas, un símbolo, un símbolo de la sostenibilidad. Todo lo contrario que essas grandes manchas de basura compuestas por botellas de plástico que ensucian los océanos.

Unknown dijo...

Si señor, todo un clásico de nuestros bodegones y nuestras gargantas sedientas. Ni en objeto más moderno ha conseguido alcanzar la esencia de este elemento imprescindible en nuestras tierras.

Un buen trago de agua fresca del botijo para todos vosotros y buen reportaje por parte tuya.

Carlos Osorio. dijo...

Gracias, Bob!

Anónimo dijo...

Buen trabajo como siempre.

Pero me salto una duda:
¿Alguien sabe si existe en Madrid alguna tienda donde vendan buenos botijos?

Un saludo a todos!
Dani

Carlos Osorio. dijo...

Hola Dani. No hay muchas. La Gran hojalatería, en la calle Imperial. La Ferretería García en la calle Stocha. La cacharrería de la calle Echegaray o la de la calle Doctor Castelo.

Anónimo dijo...

Muchas gracias por responder, Carlos!

Campurriana dijo...

El otro día pensé en comprar uno porque es un invento buenísimo. Me recuerda a mi abuelo castellano. Una de las imágenes que tengo grabadas a fuego es él bebiendo por un botijo. Preciosos recuerdos.