La mañanita de los traperos y los albañiles (M. F. Sanz)

Las seis los relojes dan;
la mañanita en reata
fluye desde Tetuán
hecha sueño y cabalgata.

Las vaguadas
de Maudes y de Amaniel
abocinan desveladas
somnolencias en tropel.

Son las horas
de la tesitura gris:
de plomo, locomotoras,
a perla, quiquiriquís.

Asoma por las guardillas,
aire, la interrogación
de un madrugón de bombillas
de carbón.

Y un farol atrabiliario
repliega el alma a su almario.

Alunados, casi a oscuras,
loquean los cimbalillos,
mientras se hace por momentos
la luz: parecen diabluras
de duendes y geniecillos
burlones en los conventos.

Huele a lentisco y retama,
a tahona y pan de flama;
y el humo manso acaricia
y, al desperdigarse, inciensa
a la maloliente y densa
procesión de la inmundicia.

La hora del té desquicia
sus tingladillos; la gente
se foguea las entrañas
bebiendo agua de castañas
y aguardiente:
¡Las siete hierbas del toro
del aguardiente!

¡Delta
de Cuatro Caminos,
un carrusel de pollinos
busca el mar dándole vuelta!

Se escalonan los añiles
de las claras, calle abajo,
desfilan los albañiles
hacia el tajo.

Peina el viento
el bisoñé ceniciento
del viejo-verde Madrid.

Manuel Fernández Sanz (Manolito el pollero) (1909-1966)

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Maravilloso poema, qué precisión en el uso de las palabras...

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