Madrid, la casa de todos y la ciudad de ninguno.
Da igual que usted haya venido a Madrid siendo niño, que aquí haya vivido la mayor parte de su vida y aquí haya desarrollado toda su importante labor, política, literaria, científica, o de cualquier otra naturaleza, y que a día de hoy sea usted un personaje famoso y reconocido por la sociedad. En el momento en que usted se muera, reclamarán sus restos mortales en el pueblo donde usted nació, y aquella casita medio en ruinas donde usted vino al mundo se convertirá en un museo dedicado a su memoria, y la plaza del pueblo pasará a llamarse igual que usted, y su tumba será lugar de peregrinación. Ahora bien, en Madrid, donde usted ha pasado casi toda su vida y ha desarrollado toda su obra, ni casa museo, ni tumba, ni plaza, ni homenaje, ni memoria. Esa es, salvo raras excepciones, la realidad, y no solo para los madrileños de adopción, sino también, en muchos casos, para los nacidos en Madrid.
A modo de ejemplo, contaremos que en 1841 se hizo un primer intento de crear en Madrid un panteón de personas ilustres, como tenían otras naciones. A tal efecto se creó una comisión que, tras una ardua investigación, no encontró en los cementerios de Madrid más que media decena de personajes ilustres. Se buscó entonces en otras provincias, con mayor fortuna. En la repesca se encontraron los restos de una docena de ilustres que fueron depositados en la iglesia de San Francisco el Grande. Entre ellos estaban Garcilaso, Quevedo y el Gran Capitán. No había pasado un mes cuando los pueblos de procedencia de los cadáveres egregios comenzaron a pleitear para que les devolvieran a sus celebridades, cosa que en muchos casos consiguieron. Hubo de pasar medio siglo hasta que se reunieron algunos restos de ilustres, no muchos, en el Panteón situado en Atocha, un panteón que pocos madrileños conocen.
Ese desapego de los madrileños hacia sus conciudadanos célebres, a los que rara vez se rinde el homenaje y el tributo merecidos nos lleva a preguntarnos si verdaderamente los madrileños sentimos que Madrid es algo de lo que formamos parte y algo que sentimos como nuestro.
En agosto, cuando se celebren las fiestas patronales de su pueblo natal, muchos habitantes de Madrid soltarán rumbosamente un billete de cincuenta euros para contribuir a los festejos. Por el contrario, cuando se celebren las fiestas del barrio madrileño en el que viven durante once meses y medio al año, dudarán mucho antes de apoquinar unos pocos euros.
Madrid, aún siendo la capital de un imperio, no tuvo una casa consistorial ni una cárcel hasta el siglo XVII. Tampoco tuvo universidad ni catedral hasta el siglo XIX. ¿En qué estaban pensando los madrileños, que no exigían la creación de instituciones tan básicas para su ciudad?
En Madrid se derribaron las murallas medievales sin que nadie protestara. Desaparecieron casi todos los palacios del Renacimiento y el Barroco y buena parte de los palacios decimonónicos de la Castellana sin que se escucharan murmullos de desaprobación. El propio río de Madrid fue convertido en una cloaca nauseabunda rodeada de autopistas sin que a nadie le pareciera inconveniente. Y ahora mismo, los madrileños están siendo invitados a abandonar el centro de Madrid para convertir sus casas en hoteles y pisos turísticos, lo cual es una verdadera atrocidad, sin que se oigan demasiadas protestas.
Fue en los años setenta cuando surgieron las Asociaciones de Vecinos y los grupos de defensa del Patrimonio Histórico, que exigían la conservación de los bienes culturales e históricos de la ciudad. Su labor ha sido inestimable para parar algunos proyectos de destrozos y desaguisados. Hoy los madrileños comenzamos a tener una mayor conciencia de pertenencia a la Villa y Corte, pero aún estamos muy lejos de sentirla como nuestra. Todavía queda mucho trabajo por hacer.
Lo bueno de Madrid es que aquí se acoge a todo el mundo sin preguntarle de dónde viene. Nada más instalarte en Madrid, ya eres madrileño, ya formas parte de la comunidad. Este es un valor inestimable que tiene nuestra ciudad y que no debemos perder nunca. Lo que nos falta es conocer, valorar y defender la ciudad que, aunque a veces no nos demos cuenta, es nuestra ciudad. Es maravilloso que Madrid sea la casa de todos, pero es triste que sea la ciudad de ninguno.
Carlos Osorio García de Oteyza.
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