Una bofetada histórica
Luisa Carlota de Borbón-Dos Sicilias, la infanta Carlota, vivó en el palacio de la calle Luna 32.
Esta infanta fue protagonista de la bofetada más sonada de la historia de España.
Estando Fernando VII, su cuñado, muy enfermo en La Granja de San Ildefonso, el ministro Calomarde convenció al monarca para que derogase la ley sálica, que permitía reinar a las mujeres. Calomarde, en representación de los carlistas, quería que la corona pasase a Carlos María Isidro en vez de a Isabel II, que era a quien correspondía. Enterada de las arteras maniobras de Calomarde, la infanta Carlota, que se hallaba en Cádiz, montó en cólera y a la vez montó en su carruaje, y a matacaballo (se dice que tardó la mitad del tiempo que solía tardarse en hacer este viaje) se presentó en La Granja. Allí exigió a Calomarde el documento que le había hecho firmar al atontado rey, y lo arrojó a la chimenea. Calomarde quiso salvar del fuego el papel y entonces ella le arreó el soplamocos más sonoro de nuestra historia.
El ministro, con gran diplomacia contestó: Señora, manos blancas no ofenden. Poco después Calomarde huyó del país disfrazado de monje. El resto de la historia ya lo sabemos: las guerras carlistas.
Esta infanta fue protagonista de la bofetada más sonada de la historia de España.
Estando Fernando VII, su cuñado, muy enfermo en La Granja de San Ildefonso, el ministro Calomarde convenció al monarca para que derogase la ley sálica, que permitía reinar a las mujeres. Calomarde, en representación de los carlistas, quería que la corona pasase a Carlos María Isidro en vez de a Isabel II, que era a quien correspondía. Enterada de las arteras maniobras de Calomarde, la infanta Carlota, que se hallaba en Cádiz, montó en cólera y a la vez montó en su carruaje, y a matacaballo (se dice que tardó la mitad del tiempo que solía tardarse en hacer este viaje) se presentó en La Granja. Allí exigió a Calomarde el documento que le había hecho firmar al atontado rey, y lo arrojó a la chimenea. Calomarde quiso salvar del fuego el papel y entonces ella le arreó el soplamocos más sonoro de nuestra historia.
El ministro, con gran diplomacia contestó: Señora, manos blancas no ofenden. Poco después Calomarde huyó del país disfrazado de monje. El resto de la historia ya lo sabemos: las guerras carlistas.
Comentarios
Despidió a sus empleados, que cuando fueron a apuntarse al paro, descubrieron con estupor que no se habían abonado sus cotizaciones a la S.S.en su totalidad.
Actualmente, andan con pleitos.
El individuo en cuestión, está "reformando" una "casa" a orillas del Mar Caspio.
Fuente de información: Una buena amiga de mi hija.
Un abrazo.