La "Cara de Dios" está en Madrid
Tal y como comentaba en la entrada anterior, al desaparecer la Capilla de la Concepción, popularmente llamada "La Cara de Dios" ,que estuvo en la calle Princesa desde al siglo XVII hasta 1966 en que fue derribada, se planteaba la duda de qué habría sido del lienzo con una Santa faz que era venerado en dicha iglesia. Este pequeño lienzo que representa la cara de Jesús a tamaño natural había sido donado por el Papa Paulo V. Su procedencia es tan antigua como desconocida. probablemente fue una de esas reliquias que circularon por Europa en los tiempos medievales.
Pues bien, me extrañaba mucho que, pese a haber sido olvidada por la mayoría de los madrileños, esta Santa Faz hubiera desaparecido sin dejar rastro.
Así que busqué por las iglesias próximas y no sin emoción pude verla en su nuevo emplazamiento.
La "Cara de Dios" está en la iglesia de San Marcos, muy cerca del lugar donde se encontraba la capilla desaparecida.
Esta es la imagen de la "Cara de Dios" que conservamos en Madrid.
Al margen de la opinión que cada uno pueda tener al respecto, creo que sería muy interesante que alguien hiciera un estudio en profundidad, con los métodos científicos necesarios, para que todos pudiésemos conocer la historia y la cronología de esta misteriosa imagen.
Comentarios
Está bien el humor, Bernardino, pero también hay que tener en cuenta que estamos hablando de una pieza artística medieval que aún está sin la debida catalogación.
Naturalmente no es la reliquia verdadera, sino una copia del original que se conserva en la capilla privada del Papa en en Vaticano (la de la Sala de la Condesa Matilde).
Muy seguramente la trajo de Roma Manuel de Moura y Corte Real, marqués de Castelo Rodrigo, embajador de Felipe IV y abuelo de Leonor de Moura y Aragón, que es la que fundó la capilla de la Concepción en la calle Princesa (antígua plaza de los Afligidos), donde se guardaba esta reliquia.
Strozzi, secretario de Breves de Pablo V en 1617 mandó hacer 6 copias exactas de la conservada en el Vaticano.
Esta debió ser un regalo personal de despedida de Urbano VIII a Manuel de Moura al término de su embajada.