lunes, 1 de julio de 2013

La fuente que puso un río de pie




El 24 de Junio de 1858 llegó a Madrid el agua procedente del río Lozoya, en la sierra de Guadarrama.
Atrás quedaban largos años de duros trabajos en lo que constituyó una de las mayores obras civiles en la Europa del XIX: el Canal de Isabel II.
Para la inauguración del Canal se construyó una fuente con un gran pilón circular que se instaló en la calle de San Bernardo, frente a la iglesia de Montserrat.
El agua hizo su llegada emergiendo impetuosa a través de un surtidor y alcanzando una considerable altura.
El ministro Posada Herrera le comentó a la reina Isabel II: "Señora, hemos tenido la suerte de ver un río poniéndose en pie"


Pero la fuente duró poco tiempo en su emplazamiento original, ya que obstaculizaba el tránsito de los vehículos, por lo que fue trasladada a la recién reformada Puerta del Sol.
Allí estuvo varios años, aunque el surtidor no se ponía en marcha muy a menudo, porque cualquier golpe de viento organizaba una inundación en la plaza.


De la Puerta del Sol pasó a la glorieta de Cuatro Caminos, en la primera década del siglo XX, donde perduró hasta los años sesenta, época en que se retiró para construir un paso elevado para los coches.


Finalmente, la fuente viajera se colocó en la entrada de la Casa de Campo, junto al Puente del Rey, donde permanece en la actualidad.


Foto color: Carlos Osorio

5 comentarios:

M.R.Giménez dijo...

Pues, no tenía ni la menor idea de que esa fuente hubiera viajado tanto.
Muy interesante entrada.
Un beso.

Paskui dijo...

Les ha costado poner el huevo....

Carlos Osorio. dijo...

Hola, Charo. No solo viaja el agua, también las fuentes. Un beso.

Hola, Dinopas, les costó, pero lo pusieron.

Don Bernardino dijo...

Según la fama que acompañaba a la reina Isabel II, no es descabellado imaginar que al contemplar aquel "enhiesto surtidor" se le vinieran a la mente algunas ideas lúbricas nada confesables. En fin, son los calores, que a mí también me hacen imaginar cosas ...

Carlos Osorio. dijo...

Así son los enhiestos surtidores, don Bernardino. A unos les hacen evocar al ciprés de Silos, y a doña Isabel, posiblemente, como tu aguda ironía señala, le harían evocar asuntos más festivos.