El derecho de ir al cine
El derecho a disfrutar de la cultura se está resintiendo debido a la continua desaparición de las salas de cine. Madrid ha perdido el 90% de sus cines y los cierres no cesan. Las políticas de desprotección, la permisividad con la piratería y la fuerte presión fiscal están contribuyendo decisivamente a la desaparición de los cines. Los propietarios de salas de cine han entrado en un círculo vicioso de difícil salida: cada vez tienen menos ingresos, por lo que han de subir los precios, y esta subida contribuye a que acuda cada vez menos público.
De no producirse un cambio de actitud de nuestros responsables públicos, los cines van a desaparecer. Ante la pasividad de las autoridades, se está conculcando el derecho de muchos ciudadanos que desearían poder realizar una actividad hasta ahora tan normal como el hecho de ir al cine a ver una película.
En la foto: los Renoir Cuatro Caminos, cerrados esta semana.
En la foto: los Renoir Cuatro Caminos, cerrados esta semana.
Comentarios
Yo personalmente encuentro las películas demasiado largas y aburridas como para captar mi atención, y recientemente se está dando el caso de gente que prefiere las series a las películas, ya que estas ofrecen un entretenimiento más constante, y menos cargado del esnobismo del que se ha ido rodeando de un tiempo a esta parte el cine. Hay quien quiere ver una elaborada obra de arte en lo que no es sino un producto cuyo fin último es ganar dinero, incluyendo a esas productoras "independientes" que viven de los fondos públicos.
Por último, supongo que los amantes del cine en Madrid siempre tendrán a su disposición Filmoteca Nacional en los antiguos cines Doré.
Un saludo.
¿Dejaremos de poder ir al cine? De momento creo que no. Lo que me temo es que solo podremos ver las películas que los dueños del cotarro decidan que son más rentables. Algo similar a lo que está pasando con la ropa e incluso con los cafés. Los comercios tradicionales están desapareciendo y en su lugar encontramos, en cualquier ciudad, las mismas franquicias. Todo se uniformiza.
En algún momento pensé que con el cambio tecnológico los «independientes» (que reciben menos fondos públicos que la Duquesa de Alba) tendrían más fácil el acceso a las pantallas; ahora cada día soy más pesimista en ese aspecto.
Es verdad que los costes se han reducido de forma más que notable, pero las multinacionales también lo van a tener mucho más fácil para hacer llegar sus productos a todos los rincones.
Tampoco creo que fuera muy acertada la política de subvención para la mal llamada «digitalización» (1) de las salas promovida por González-Sinde. Tiene su lado positivo para los exhibidores que se veían con el agua al cuello. Lo malo es que algunos de esos exhibidores utilizan los nuevos equipos para presentar óperas, conciertos y (todo puede ir a peor) partidos de fútbol. La perjudicada en esto es la raquítica industria de nuestro cine nacional.
En fin, un asunto muy complejo ya que no solo es un negocio; también, como ya se ha dicho, una manifestación cultural y muchos «esnobs» lamentaremos que solo sobrevivan las películas de ruido, tiros y efectos especiales gratuitos.
Por desgracia, como en cualquier actividad comercial, la competencia puede hacer mucho daño a los que no quieren o no pueden evolucionar. No sé si hayan cambiado y esté equivocado, pero la última vez que fui a una sala de cine en Gran Vía los asientos me parecieron como de liliputienses al lado de los más modernos. Y ya que, como bien han dicho en el artículo, los precios cada vez están más altos, yo personalmente prefiero ir al cine a ver cómodamente películas que aprovechen el sonido e imagen de la sala (y a cines que aprovechen eso de las películas). En este caso el tamaño sí importa.
En cuanto a lo de la Ópera o la Zarzuela, depende de lo que se entienda por pasar de moda ;-).