domingo, 9 de mayo de 2010

Amor y muerte en El Capricho


Pedro Téllez-Girón y Beaufort, XI duque de Osuna, era un joven de arrogante figura, de amabilidad extrema, de talento poco común y de insinuantes y atractivas maneras aristocráticas. Se le consideraba el soltero de oro de la corte española. Cientos de damas suspiraban por él. Pero, Pedro, romántico empedernido, fue a enamorarse perdidamente de una prima suya: doña Inés de Silva Téllez Girón Walstein y Pimentel, hija de los marqueses de Santa Cruz, que estaba casada con el marqués de Alcañices. Inés tenía fama de ser la mujer más bella de Madrid. De pelo finísimo y oscuro, ojos hermosísimos, dientes de perlas, manos y brazos admirables: se decía que era como una madona de Rafael.
El duque la cortejaba, respetuoso y galante. Bailaba con ella en los saraos, acudía a su palco en la ópera y le acompañaba en sus paseos. Pedro, tan pronto gozaba con sus ilusiones, como, las más de las veces, se ahogaba en el sufrimiento de un amor imposible.
Desesperado, el duque pidió a Inés que le correspondiera y que se entregase a él. Inés le volvió a decir que eso no era posible, dada su situación.
Una tarde de agosto, el duque vagaba melancólico, a ratos irascible, a ratos angustiado, por sus posesiones de El Capricho, en la alameda de Osuna. Había advertido a sus criados que no estaba para nadie y que nadie le molestara.
En un momento dado, observó una nube de polvo y oyó el ruido de un carruaje que se alejaba.
Extrañado, preguntó a los criados que custodiaban la puerta. Le explicaron que se trataba de Inés. Ellos habían cumplido las instrucciones del duque: le dijeron que no quería ver a nadie. (¡A nadie! El duque no pensaba ni por asomo que ella pudiese venir a verle esa tarde). Desesperado el duque salió corriendo tras el carruaje que se alejaba. Corría con todas sus fuerzas, pero el carruaje iba mucho más rápido. Alcanzarlo era misión imposible, pero Pedro corría y corría, hasta que se desplomó violentamente, víctima de un ataque cerebral. Trasladado a su palacio, falleció al poco tiempo. Murió el 25 de agosto de 1844, a los treinta y dos años de edad.
Leyenda según unos, verdad según otros, esta es la historia del XI duque de Osuna.

Cuadro pintado por Federico de Madrazo.
Fuente: El Capricho de la Alameda de Osuna. Carmen Añón y Mónica Luengo.

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