viernes, 6 de julio de 2012

La cafetería del Hotel de Las letras


La Gran Vía ya tiene suficiente ruido y ajetreo como para recibir con agrado un sitio tranquilo y elegante donde poder tomarse un refresco o una infusión sin prisas, en un local amplio y bien decorado.
En Gran Vía, nº 11 tenemos la cafetería del Hotel de las Letras. 
En los pocos años que lleva abierto ya ha cambiado tres veces de nombre, así que la vamos a llamar así: Cafetería del Hotel de las Letras.
Está ubicada en un fabuloso edificio neorrenacentista, construido en 1915 por el arquitecto Cesáreo Iradier.
El local de la cafetería perteneció en tiempos a la sastrería Sánchez Ruiz y posteriormente a Adolfo Domínguez.


El diseño toma nota del minimalismo, sin abusar, y crea un grato contraste con las columnas clásicas.
Alfombras y cortinas rojas matizan el exceso de blancos, y en la barra las luces crean un cálido ambiente coloreado.


A través de las amplias cristaleras vemos pasar la vida madrileña.
El Hotel cuenta, además, con una pequeña terraza en el ático, mezcla de coctelería y restaurante.





Fotos: Carlos Osorio

2 comentarios:

Matilde dijo...

Me encanta la segunda fotografía. He hecho varias pero ese ángulo es el mejor.
He ido viendo como desaparecían las tiendas, una a una. Ha valido la pena. Han recuperado todo el edificio.
Lo que sigue a la cafetería, en Gran Vía, también del hotel, era una papelería antiquísima y llena de polvo. Una vez me dejaron subir por la escalera que se ve desde la calle, al final un retrato de los dueños. ¿Qué habrá sido de él? Llevaba a un desván. Para nada podía adivinarse lo que escondía.
La cristalera de acceso es totalmente curva. Tambien debe tener su aquel.
Dentro, sobre todo en los ventanales a Gran Vía, te sientes en una pecera. Ideal para los que les encanta ver y ser vistos.
Buen día

Carlos Osorio. dijo...

Querida Matilde, es verdad, se echa de menos la estupenda papelería Vallejo, de la que sorprendentemente nada se conservó. Las cristaleras curvas fueron el no va más de los escaparates allá por los primeros cincuenta. Hoy nadie se molesta en un trabajo artesano tan delicado. Es una buena comparación la de la pecera...quisiera ser un pez...