martes, 3 de marzo de 2015

Trinidad von Scholtz Hermensdorff



Trinidad von Scholtz, nacida en Málaga a fines del siglo XIX, era hija de una familia de comerciantes alemanes. Fue una destacada mecenas de las artes y oficios populares de nuestro país, y fue una de las primeras mujeres que ocuparon escaño en el Congreso español, si bien no lo fue por sufragio sino por designación de Primo de Rivera en 1927.
Se casó con Manuel de Yturbe y del Villar, diplomático mexicano. 
Tras quedar viuda en 1904, se volvió a casar con Fernando de la Cerda, Duque de Parcent.
Vivió en el palacio de Parcent, actual sede del ministro de Justicia, en la calle San Bernardo esquina con San Vicente Ferrer.


Gran aficionada al arte, colecionó importantes piezas en su casa de Ronda, la famosa "casa del Rey Moro", y en su palacio de Madrid, al que convirtió en lugar de tertulias artísticas e intelectuales. 
Creó la Sociedad Española de Amigos del Arte, con la finalidad de promover las industrias artesanales españolas. 
Las exposiciones organizadas por Trinidad divulgaron la cerámica de Talavera, de Manises y de otras partes de España. Con su labor logró convencer a buena parte de nuestra aristocracia de que comprasen cerámica española en lugar de cerámica extranjera.
En estos días en que la cerámica española está abandonada por las instituciones, merece la pena recordar la labor de esta valiosa mujer.
Fue especialmente atractiva la Exposición del Traje Regional e Histórico, celebrada en 1925, cuyos fondos servirían posteriormente para la creación del Museo del Traje. 
En Ronda creó una Escuela de Artes y Oficios con el objetivo de difundir las manufacturas antiguas españolas.




3 comentarios:

Don Bernardino dijo...

Supongo que debe ser muy fácil ser mecenas del arte y artistas cuando los millones te rebosan por las orejas.

Carlos Osorio. dijo...

Es una suposición que entra en la más sencilla lógica; pero no debe ser tan fácil porque no ha habido en nuestro país muchos mecenas de este tipo.

Don Bernardino dijo...

Hombre, si no fuera por este tipo de mecenas, nobles y ricachones aburridos que no saben qué hacer con su dinero, ni siquiera hubiéramos conocido El Quijote, sin ir más lejos.